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Viernes, 23 de setiembre de 2016

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san Pío de Pietrelcina


Eclesiastés 3:1-11
Salmos 144:1-4
Lucas 9:18-22

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condiciones de hacinamiento

"Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: '¿Quién dice la gente que soy yo? ' " (Lucas 9:18).

Antes que Jesús le preguntara a sus discípulos: "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" (Lc 9:20), Él preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? (Lc 9:18) Jesús hizo esto para mostrar que debemos separarnos de la multitud si realmente lo reconocemos como el Mesías, Señor y Dios (ver Lc 9:20).

Los que complacen a la multitud no complacen a Jesús. Jesús no es popular. Él es "un signo de contradicción" (Lc 2:34). La multitud participó en la crucifixión de Jesús, y eso no ha cambiado. Por lo tanto, somos enemigos de Cristo y de Su cruz si complacemos a la multitud, puesta sobre las cosas del mundo, esas cosas que la multitud siempre ha perseguido (Fil 3:18-19; ver también Stg 4:4).

Cuando nos salimos de la corriente, la multitud ve esto como nuestro juicio contra ello (Sab 2:12). Esto nos hace impopulares, rechazados, y finalmente odiados y perseguidos (ver Jn 15:19). Esto nos ayuda a entender las palabras de Jesús a Pedro después de su profesión de fe en Jesús como el Mesías. Jesús dijo: "El Hijo del hombre, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Lc 9:22). Creer en Jesús significa no ser parte de la multitud, lo cual significa sufrir como Jesús sufrió.

No te quedes al margen de la vida en Cristo. Es mejor ser perseguido por la multitud que perseguir a la multitud. Sigue a Jesús; deja a la multitud atrás.

Oración:  Padre, que nunca grite "crucifícalo, crucifícalo", sin importar cuánta gente está gritando (ver Mt 27:22-23).

Promesa:  "Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha. Él es mi Bienhechor y mi Fortaleza, mi Baluarte y mi Libertador; Él es el Escudo con que me resguardo" (Sal 144:1-2).

Alabanza:  San Pío ministró las multitudes mediante las confesiones durante 10 a 12 horas diarias. Él dijo, "Recuerden que uno no gana la batalla sin la oración. La elección es tuya".