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Lunes, 29 de agosto de 2016

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Decapitación de san Juan Bautista


1 Corintios 2:1-5
Salmos 119:97-102
Marcos 6:17-29

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titulares

"Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista" (Marcos 6:25).

Es increíble el precio tan bajo que pagaron por la cabeza de san Juan el Bautista: solo tomó el capricho de una bailarina y su madre a re-gañadientes, y la debilidad y el orgullo de un gobernante inseguro, Hero-des, para comprar al hombre más grande que ha nacido antes de Cristo (Mt 11:11). Juan tuvo un principio muy valioso. Un ángel enviado del cielo anunció su concepción (Lc 1:13). Él fue milagrosamente concebido de una madre más allá de su edad de la concepción (Lc 1:18, 24-25, 36). La madre del Señor, y el mismo Jesús, visitaron a la madre de Juan, mientras estaba en el vientre de su madre (Lc 1:39-40). El cuerpo de Juan saltó de alegría cuando escuchó la voz de María, la madre de su Señor (Lc 1:44). A millas de distancia alrededor, la gente se maravilló: "'¿Qué llegará a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él'" (Lc 1:66).

El Señor valoró enormemente la cabeza de Juan. Sin embargo, los go-bernantes del país de Juan pusieron poco valor sobre su cabeza, excep-to para hacer alarde en sus fiestas de borrachos. Nosotros, los cristianos estamos en una posición similar. Al escribir estas líneas, algunos cristianos están siendo decapitados en el Medio Oriente por su fe. Sus cabezas son valoradas nada más que como un medio para sembrar el terror. Sin embargo, Jesús, aprecia no solo nuestras cabezas, sino incluso el cabello de nuestras cabezas. Nada nos puede hacer daño sin ser permitido por Dios. Jesús permitió que su cabeza fuera perforada por una corona de espinas, y Dios cambió Su dolor en gloria. "En cuanto a ti, incluso la cabeza de ustedes tienen contados todos sus cabellos, así que no tengas miedo de nada" (Mt 10:30).

Oración:  Jesús, mi cabeza, corazón y vida son todos Tuyos.

Promesa:  "Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (1 Co 2:2).

Alabanza:  San Juan el Bautista cumplió su misión y la profecía de Isaías 40:3. San Juan, en su humildad, exclamó: "[Jesús] Es necesario que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3:30).

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).