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Sábado, 8 de diciembre de 2018

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La Inmaculada Concepción


Génesis 3:9-15, 20
Efesios 1:3-6, 11-12
Salmos 98:1-4
Lucas 1:26-38

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ser dios y hombre no es una contradición

"El Ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:35).

Desde que el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, Dios mismo, se hizo hombre, son muchos los que se niegan a creer que Cristo es Dios. Entienden que es muy difícil aceptar que Dios mismo pudiera haber sido concebido por María con concurso de varón. Y tienen razón en parte, pues Cristo fue concedido por el poder del Espíritu Santo que descendió sobre María y no por ninguna relación sexual (Lc 1:35). La concepción virginal y el nacimiento virginal de Jesús son una indicación de su divinidad.

Por otra parte, hay otros muchos que rechazan la divinidad de Jesús porque no entienden cómo una mujer con nuestra naturaleza humana caída y postrada (ver Gn 3:13) pudo siquiera concebir a quien es Dios infinito, el santísimo y perfectísimo. Y de nuevo tienen razón pero solo en parte, pues María no fue concebida con nuestra naturaleza humana caída. Fue concebida inmaculada por el poder salvífico del Hijo de Dios antes de que Él fuera el hijo de María. La Iglesia enseña: Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (Catecismo de la Iglesia Católica, 490).

La fiesta solemne de la Inmaculada Concepción es en realidad un homenaje a la divina concepción de Jesús, que es Dios. El argumento más poderoso contra la divinidad de Jesús es Su misma humanidad. La concepción inmaculada de María es ya una respuesta parcial a ese reto y proclama que Jesús es Señor y Dios (Jn 20:28).

Oración:  Jesús, que te confiese, adore y sirva como Dios.

Promesa:  Dios "nos predestinó a ser Sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de Su voluntad para alabanza de la gloria de Su gracia, que nos dio en Su Hijo muy querido" (Ef 1:5-6).

Alabanza:  "Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo" (Ef 1:3).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018

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