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Domingo, 9 de septiembre de 2018

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23er domingo de T. Ordinario


Isaías 35:4-7
Santiago 2:1-5
Salmos 146:7-10
Marcos 7:31-37

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apertura a la grandeza

"Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos" (Isaías 35:5).

Jesús emitió un gemido y dijo: "¡Efatá! que significa: 'Ábrete'" (Mc 7:34). Por medio de esta oración, Jesús abrió las orejas y la boca de "un sordomudo" (Mc 7:32). Sin embargo, hay aperturas mayores y más grandes que éstas.

Al final del Antiguo Testamento, el Señor prometió que cuando le obedecemos a Él con el diezmo, Él nos abriría "las compuertas del cielo y derramar para ustedes la bendición en abundancia" (Mal 3:10). Sin embargo, hay aperturas más grandes.

La apertura más grandiosa es abrir "la puerta de la fe" (Hch 14:27), es decir, abrir nuestros corazones endurecidos (ver 2 Co 6:13). De esta manera, la "puerta en el cielo" se abre para nosotros (Ap 4:1).

Hablamos de una mente abierta, de un registro abierto, de arterias abiertas, del hombre abierto, de los bolos abiertos, de la barra abierta. La palabra "abierta" está en las entradas de centenares de millares de asuntos. Sin embargo, todas estas aperturas no significan nada a menos que tengamos corazones abiertos al Señor. Si abres tú corazón cuando Jesús dice "¡Efatá!", Él abrirá las puertas del cielo cuando diga: "¡Efatá!".

Oración:  Padre, abro mi corazón y Tú lo llenas.

Promesa:  "¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?" (Stg 2:5)

Alabanza:  Alaben al Jesús resucitado, que tiene "la llave de la Muerte y del Abismo" (Ap 1:18).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de enero de 2018

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