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Viernes, 3 de julio de 2015

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santo Tomás


Efesios 2:19-22
Salmos 117:1-2
Juan 20:24-29

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acepta tus fortalezas

"Él les respondió: 'si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en el costado, no lo creeré' " (Juan 20:25).

Santo Tomás cayó dudó porque había caído en el pecado de la soberbia. Fue tentado por el orgullo no porque fuera débil, sino porque se sentía fuerte. Las tentaciones provenientes de nuestras fortalezas probablemente son las más peligrosas.

Tomás tenía más arrojo que el promedio de los apóstoles. Cuando Jesús fue a ver a Lázaro, Tomás arriesgó su vida. Lo comprendió cuando hizo esa gran profesión de fe: "Vayamos también nosotros a morir con Él" (Jn 11:16). Tomás era lo bastante inteligente como para hacer la pregunta que Jesús respondió con una de las más grandes afirmaciones jamás hecha: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14:6). Es muy probable que Tomás estuviera ausente del aposento superior aquella tarde en que apareció Jesús resucitado, porque no estaba tan atemorizado como lo estaban los otros apóstoles (ver Jn 20:19, 24, 26).

Cuando los otros apóstoles, débiles y temerosos, le dieron a Tomás la noticia de la resurrección de Jesús, la tentación de su orgullo intelectual lo venció y rechazó de lleno lo que le dijeron. Tomás era demasiado inteligente para su propio bien. Él cedió al orgullo intelectual y espiritual. Y así pecó.

Sin embargo, Tomás no permaneció orgulloso por mucho tiempo y se arrepentiría. Admitió sus pecados y sus fortalezas, confesó a Jesús como su Señor y Dios (Jn 20:28), recibió al Espíritu Santo en el primer Pentecostés cristiano (Hch 2:4) y se convirtió en misionero, mártir y una de las bases de la Iglesia primitiva (Ef 2:20).

Admite tus pecados y fortalezas. Arrepiéntete y aprende de Tomás (ver Jn 20:24).

Oración:  Padre, me arrepiento del orgullo intelectual y espiritual.

Promesa:  "Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios" (Ef 2:19).

Alabanza:  "Tomás respondió: '¡Señor mío y Dios mío!' " (Jn 20:28).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de febrero de 2015

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