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Martes, 9 de abril de 2013

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Hechos 4:32-37
Salmos 93:1-2, 5
Juan 3:7-15

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Reflexiones Similares

conocimiento común

"La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hechos 4:32).

Después de que el Espíritu Santo dio a luz a la Iglesia en Pentecostés, ella comenzó a vivir la vida comunal de una manera muy práctica. "Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno" (Hch 2,44-45). Esta participación comunal de propiedades y bienes no era sólo un ideal sin algo muy real. "Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían" (Hch 4:34).

"Y así José, llamado por los Apóstoles Bernabé –que quiere decir hijo del consuelo– un levita nacido en Chipre que poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a disposición de los Apóstoles" (Hch 4:36-37). La participación comunal de las propiedades fue tan ampliamente practicada en la Iglesia primitiva que llegó a generar presión, en esta área, entre todos los creyentes. Por ejemplo, Ananías y Safira no se sintieron cómodos diciendo que habían dado, a la Iglesia, parte del dinero recibido por la venta de una de sus propiedades. Ellos mintieron diciendo que lo habían donado todo (Hch 5,3ss).

¿Por qué hoy en día no vemos en la Iglesia este espíritu de compartir "todas las cosas en común"? ¿Son nuestros tiempos diferentes? Si hay algo que, nuestro mundo necesita hoy, más que nunca, es el dar testimonio de esta participación comunal. Así podremos dar un poderoso "testimonio de la resurrección del Señor Jesús" (Hch 4,33).

Oración:  Padre, que no me conforme con un estilo de vida mundano, dame la gracia de transformado por el Espíritu Santo (Rom 12,2).

Promesa:  "El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu" (Jn 3,8).

Alabanza:  Antonio dejó una lucrativa pensión, se retiró antes de tiempo, vendió su casa y todos sus haberes y fue a vivir a otro sitio donde (junto a su esposa) pudiera dedicarse a servir en una comunidad de creyentes.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012

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