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Martes, 20 de noviembre de 2018

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Apocalipsis 3:1-6, 14-22
Salmos 15:2-5
Lucas 19:1-10

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ver la ceguera

"Hoy ha llegado la salvación a esta casa" (Lucas 19:9).

La salvación llegó a la casa de Zaqueo cuando Jesús, el Salvador, entró en ella y cuando Zaqueo le dijo: "Señor, le daré la mitad de mis posesiones a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más" (Lc 19:8). Aceptó a Jesús y su salvación al amar a los pobres y hacer cambios radicales en su estilo de vida, y al admitir que había perjudicado a otros.

Cuando pecamos, nos hacemos espiritualmente ciegos que nos impide ver nuestra propia ceguera. Sin embargo, Zaqueo dedujo que quizá había sido ciego a tantas injusticias cometidas por él. Esta es sin duda una gran gracia, cuando uno pide para que se purifique de las faltas que desconoce (Sal 19:13) y así admite al menos la posibilidad de ser ciego de espíritu. Pablo recibió esta gracia cuando afirmó: "Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor" (1 Co 4:4). Pablo no descarta la posibilidad es de ser ciego de espíritu. Como contraste, la iglesia de Laodicea ni siquiera se daba cuenta de lo corrupta, pobre, ciega, miserable y digna de lástima que era (Ap 3:17). Esta iglesia necesitaba que alguien le devolviera la vista impregnándole el ungüento del arrepentimiento en los ojos (ver Ap 3:18). Sin embargo, al igual que algunos fariseos, la iglesia de Laodicea dijo: "pero nosotros vemos" y por eso su pecado permanece (Jn 9:41).

A la larga, esta ceguera de no poder ver la propia ceguera espiritual puede degenerar en el imperdonable y blasfemo pecado contra el Espíritu Santo (Mt 12:31). ¡Cómo vamos a pedir perdón si hemos perdido toda conciencia de pecado! Admitamos, al igual que Zaqueo, la posibilidad de esta ceguera espiritual en nuestras vidas. Esta es parte necesaria para aceptar la salvación en nuestras casas.

Oración:  Padre, abre los ojos de nuestro corazón (Ef 1:18) y el de todos los que leen este librito.

Promesa:  "Nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles" (Ap 3:5).

Alabanza:  Belinda se arrepintió profundamente de su anterior estilo de vida promiscuo. Desde entonces ha estado recibiendo al Señor en la Eucaristía diariamente por años.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de mayo de 2018

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