Un abogado de la ley de Moisés preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" (Lc 10:25). Jesús lo refirió a la Ley (Lc 10:26). Entonces el abogado le pidió a Jesús una interpretación sobre el significado de la palabra "prójimo" (Lc 10:29).

La interpretación de Jesús no incluyó citas de otras leyes, como hubiera sido habitual. Él les contó una parábola. El sacerdote y el levita de la parábola se ven obligados a decidir qué hacer según la ley: "incurrir en impureza por el cadáver de alguno de los suyos" (Lv 21:1). Esto probablemente también se aplicaría a los levitas porque servían en el Templo; ya que la persona atacada por ladrones en la parábola parecía estar "medio muerto" (Lc 10:30). Por otro lado, tenían la conciencia de que tener piedad por los afligidos (ver Lv 19:16) era más importante que el ritual de purificación. Ellos, sin embargo, parecen concluir que el ritual de limpieza tenía prioridad. Jesús dijo que estaban equivocados. Por mucho que Dios desea el sacrificio y el ritual de limpieza, Él desea misericordia aún más (Mt 12:7) ―misericordia para todas las personas. Esto significa que debemos considerar a todos como nuestro prójimo.

Hoy enfrentamos los mismos problemas en nuestra lucha por poner la misericordia por delante del juicio (Stg 2:13), especialmente en relación con la pena de muerte y la guerra. Si no tenemos misericordia hacia todos, incluso con los enemigos, como los samaritanos, entonces ¿cómo es posible considerar a otros como nuestro prójimo? "Bienaventurados los misericordiosos" (Mt 5:07).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014

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