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Martes, 25 de agosto de 2015

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san Luis
san José de Calasanz


1 Tesalonicenses 2:1-8
Salmos 139:1-6
Mateo 23:23-26

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Reflexiones Similares

un discurso inspirador

"Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño" (1 Tesalonicenses 2:3).

El Señor, quien todo lo sabe, "ve a través de nosotros". "Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas" (Heb 4:13). El ve no sólo nuestros pensamientos más íntimos (ver Heb 4:12) sino también nuestros motivos (ver 1 Co 4:5).

El Señor está muy preocupado por nuestras motivaciones que sean puras (ver 1 Tes 2:3). El insiste que demos nuestras vidas pura, exclusiva, completa y totalmente consagradas a Él. "Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para sostener a aquellos cuyo corazón está con Él íntegramente" (2 Cr 16:9). El Señor siempre nos ha amado incondicionalmente, y Él también insiste en ser incondicionalmente amado. A través de nuestras vidas, en repetidas ocasiones, El Señor, permite ciertos eventos de modo que no tengamos ninguna razón de amarlo a Él excepto de amarlo a Él por Él mismo. Aun más, El Señor nos limita y pone a prueba como hizo con Job para mostrarnos si lo amamos a Él por Él mismo o simplemente por lo que Él hace y las bendiciones que Él nos da. El Señor nos da la oportunidad de purificar nuestros motivos. Esa es una de las principales razones por las que Él nos da cruces diarias.

Arrepiéntete, deja que El Señor purifique tus motivos y evite que vayas al infierno. Luego, arrepiéntete aun más profundamente, deja que el Señor purifique tus motivos aún mas y te lleve al Cielo, preferiblemente sin pasar por el Purgatorio.

Oración:  Padre, sea la necesidad de amarte mi razón de vivir.

Promesa:  "Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos" (1 Tes 2:8).

Alabanza:  San Luis, Rey de Francia, se deleitaba especialmente atendiendo a los ciegos. Él quiso mantener sus obras de caridad en secreto (Mt 6:4), y los ciegos no pudieron reconocer que era el rey.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de abril de 2015

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