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Domingo, 20 de Julio de 2014

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16o Domingo de T. Ordinario


Sabiduría 12:13, 16-19
Romanos 8:26-27
Salmos 86:5-6, 9-10, 15-16
Mateo 13:24-43

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Reflexiones Similares

"orando mal"

"No sabemos orar como es debido" (Romanos 8:26).

Muchos cristianos tienen la sensación de que están orando mal (Stg 4:03), que no están orando como deberían. Piensan que están diciendo las palabras equivocadas o que tienen que orar más tiempo o decir una cierta serie de oraciones, pero están equivocados si piensan que están rezando mal por usar tales o cuales palabras. Pueden estar orando mal, pero no es a causa de sus palabras o métodos o incluso el tiempo dedicado a la oración. Oramos mal cuando "pedimos mal, con el único fin de satisfacer nuestras pasiones" (Stg 4:3). Oramos mal no por falta de memoria, o por titubear al hablar o al tener la mente confusa, sino cuando nuestra oración revela un corazón egoísta.

La oración no es para que Dios nos dé lo que queremos. Es para que Dios nos dé lo que Él quiere. La esencia de la vida cristiana y de la oración es negarnos a nosotros mismos (Lc 9:23). Así que definitivamente podemos orar mal y la mayoría de los cristianos puede que oren mal la mayoría de las veces.

La solución a este problema no es aprender técnicas de oración, rezando oraciones de un libro o rezar espontáneamente. Para dejar de orar mal hay que arrepentirse de nuestra oración egoísta, de la desobediencia y de buscar hacer nuestra propia voluntad. Entonces, incluso nuestros gemidos serán oraciones poderosas que agradan al Señor (ver Rom 8:26).

Oración:  Sagrado Corazón de Jesús, haz mi Corazón como el tuyo, sólo así podré "orar bien".

Promesa:  "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!" (Mt 13:43).

Alabanza:  "Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva" (1 Pe 1:3).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2014

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