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Domingo, 11 de mayo de 2014

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4to domingo de Pascua


Hechos 2:14, 36-41
1 Pedro 2:20-25
Salmos 23:1-6
Juan 10:1-10

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Reflexiones Similares

el remordimiento de pentecostés

"Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente" (Hechos 2:37).

Hubo dos efusiones del Espíritu Santo en el primer Pentecostés cristiano. A las nueve de la mañana, ciento veinte personas recibieron el Espíritu Santo (Hch 1:15; 2:15). Más tarde, tres mil personas recibieron el Espíritu (Hch 2:41). Surgen dos preguntas frente a la revelación de que Jesucristo era Señor, Dios y Mesías (Hch 2:36) y frente a la realización de que habían matado a Dios colgándolo de un madero. La gente conmovida profundamente (Hch 2:37), "dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: 'Hermanos, ¿qué debemos hacer?'"(Hch 2:37).

Para recibir un nuevo Pentecostés, necesitamos que el Espíritu Santo primero nos revele la gravedad de nuestros pecados, nos muestre lo equivocados que estábamos acerca del pecado, la justicia, y entendamos condenación que merecemos (Jn 16:8). Por último, que sintamos el dolor en nuestros corazones, convencidos de que, a través de nuestros pecados, fuimos parte del grupo que mató a Dios. San Francisco de Asís predicó: "Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados" (Catecismo, 598). Tenemos que dejar de negar la realidad. Nosotros fuimos culpables de matar a Dios. Este sentimiento de culpa debe, inmediatamente, llevarnos al arrepentimiento para poder librarnos de la culpa misma, y a la consiguiente efusión del Espíritu en un nuevo Pentecostés.

¡Ven Espíritu revela nuestro pecado, déjanos sentir la culpa y llévanos al arrepentimiento!

Oración:  Padre, me comprometo a examinar mi vida con el arrepentimiento debido para recibir el nuevo Pentecostés.

Promesa:  "Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento" (Jn 10:9).

Alabanza:  ¡Aleluya! ¡Jesús ha resucitado! "¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?" (1 Co 15:55) ¡Aleluya!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de diciembre de 2013

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