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Miércoles, 13 de abril de 2016

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Papa san Martín I


Hechos 8:1-8
Salmos 66:1-7
Juan 6:35-40

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"Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra" (Hechos 8:4).

Cuando los primeros cristianos fueron expulsados de Jerusalén, fueron a otras ciudades y expulsaron los espíritus impuros. Cuando a la iglesia la lisiaron y paralizaron con persecuciones, esa misma iglesia herida curaba a los paralíticos y lisiados. Mientras los cristianos lloraban la muerte de los mártires, las ciudades se regocijaban al oír y aceptar la Buena Noticia (ver Hch 8:1-8).

El Señor dispone todo por el bien de la Iglesia (ver Rom 8:28). "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rom 8:31) Aquel que está en nosotros es más grande que el príncipe de este mundo (ver 1 Jn 4:4; Jn 14:30). Los heridos de Dios se convierten en los sanadores. "La sangre de mártires es semilla de cristianos" (Catecismo, 852, Tertuliano). "Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2 Co 4:10). "Pero la palabra de Dios no está encadenada" (2 Tim 2:9).

"Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5:20). "Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Co 12:10). "Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó" (Rom 8:37).

Oración:  Padre, quítame el luto y vísteme de fiesta (Sal 30:12).

Promesa:  "Al que venga a mí yo no lo rechazaré" (Jn 6:37).

Alabanza:  El Papa san Martín I escribió desde su prisión, "Dios lo ve todo y confío en Él."

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 21 de enero de 2016.

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