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Domingo, 11 de febrero de 2017

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Levítico 13:1-2, 44-46
1 Corintios 10:31-11:1
Salmos 32:1-2, 5, 11
Marcos 1:40-45

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todo por la gloria de dios

"Cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31).

Es la mitad del invierno; hace mucho frío; es tan tentador esconderse y simplemente cumplir con lo requerido. Pero, la Cuaresma comienza miércoles y es un gran antídoto para la tentación de solo cumplir con lo requerido, haciendo lo mínimo en nuestro trabajo, la escuela, el matrimonio, la crianza de los hijos, el ministerio.

La Iglesia nos da la Cuaresma para romper el trabajo penoso de la vida (ver Jb 7:1). No se puede sencillamente cumplir con lo mínimo al pie de la cruz. Cuando nos colocamos en la gloria de la presencia de Dios en el cielo, tampoco hay minimalismo y no hay como cumplir solo con lo mínimo. La gloria de Dios es una de las mayores motivaciones en esta vida. Nosotros los cristianos todo lo hacemos por la "mejor Gloria de Dios"

Cuando nos preocupamos por la gloria de Dios, no tomamos ningún día libre. Cuando nos relajamos, nos permitimos el escepticismo, expresamos amargura o falta de perdón o cometemos pecados, no damos la gloria a Dios a la vista de los demás (por ejemplo, Num 20:12). Podríamos interactuar con alguien por primera y única vez hoy, y nuestras acciones y actitudes podrían influir en ellos para decidir a favor o en contra del Señor. Al gran jugador de béisbol, Joe DiMaggio, se le preguntó una vez por qué jugaba tan duro, incluso en juegos sin sentido. Él contestó: "Puede haber un muchacho en las gradas que solo puede verme jugar esta vez. Él merece ver lo mejor de mí, así que siempre doy lo mejor de mí" ¡Cuánto más debemos nosotros, que servimos a Dios Todopoderoso, hacer lo mejor siempre, porque la gloria de Dios está en juego!

Oración:  Padre, tal como a los profetas Moisés y Ezequiel, "muéstrame Tu gloria" (Ex 33:18). Que pueda pasar mi vida haciendo todo por Tu gloria.

Promesa:  "No te escondí mi culpa, pensando: 'Confesaré mis faltas al Señor'. ¡Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado!" (Sal 32:5)

Alabanza:  Te alabaré Jesús, por elevarme a una nueva vida y vencer el pecado y la muerte. ¡Aleluya!

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.

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